
Qué extraña cosa es el silencio. Siempre hay algún ruido a nuestro derredor. De alguna manera, busco el silencio.
La noche del sábado estaba yo en una casa en el campo, en la Sierra Gorda. Sin coches, sin voces que pudiera escuchar. Pero la naturaleza produce su propio ruido. Un concierto de insectos y ranas se encontraba en pleno apogeo. Aunque, no eran los sonidos que puedo oír cuando estoy en mi casa de San Luis Potosí.
Cuando medito, temprano en la mañana, ya puedo escuchar ruidos de coches y de la gente. Puedo sentarme tranquilo, y seguir con la meditación sin distracciones.
Cuando ando en bicicleta pasa lo mismo. Voy a través del tráfico pedaleando, con atención plena en lo que pasa a mi alrededor, pero escucho sin escuchar. Soy consciente de lo que está pasando, pero no me engancho con nada.
Esos momentos son preciados, una parte importante de mi vida diaria simple.
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