
Ésta es la vista desde un corredor en mi nuevo trabajo. La mayoría de los días de la semana llegó antes de las 7 de la mañana. Generalmente, era la hora de la meditación.
Estoy contento con el trabajo, enseñando en otra universidad. Pero cambió mi horario mucho. Así que estoy en el proceso de darle espacio y tiempo a lo que hago con regularidad.
La vida nos ofrece recordatorios de que el cambio es algo siempre presente. En mi entrada anterior estaba hablando de los rituales y la vida. De algún modo, me permiten tener cierto orden en mi vida, el que tropieza con el cambio.
Así que ahora estoy abrazando el cambio, probando cuándo es mejor hacer esto, y cuándo hacer esto otro. Al principio sentía cierta incomodidad, pero tan pronto como me di cuenta de ello, dibujé una sonrisa en mi cara y acepté la situación.
Es fácil olvidar que el cambio es una constante. Suelo sentirme a gusto en mi zona de confort, y ser sorprendido por el cambio. La impermanencia es un hecho de la vida, y aceptarlo hace el viaje grandioso.